Ocno Bianor: Los orígenes de Madrid según Felipe III
Mucho antes del Imperio Romano y de la aparición de Remo y Rómulo, cuando la civilización etrusca estaba en pleno florecimiento, la leyenda dice que hubo un niño llamado Ocno Bianor, nacido en la Toscana del rey Tirreno y la reina Mantua.
Ocno Bianor: Un príncipe etrusco
Ocno se convirtió en un joven fuerte y capaz y recibió órdenes del propio Apolo de ir al oeste y explorar.
En su camino, se cuenta que fundó la ciudad de Mantua, en Lombardía, nombrándola en honor a su madre.
(Bien, esto no es exactamente hacia el oeste pero estamos trabajando con leyendas, aquí. Además, tal vez tomó una ruta por tierra, no una ruta marítima, haciéndolo ir al norte antes de ir al oeste?)
Comienzos míticos de Madrid 859 a.C. – 1621 d.C.
A su debido tiempo, Ocno se dirigió a Iberia y en el 859 a.C. fundó Madrid, situando el mito del origen de la ciudad en una época anterior a los romanos y que le dio un pedigrí muy antiguo de un antiguo héroe mítico.
Lo curioso de este mito de origen es que nadie había oído hablar de él hasta principios del siglo XVII. En 1621 salió una publicación de un fraile, Jerónimo de Quintana, titulada en un maravilloso estilo del siglo XVII, La muy antigua, noble y coronada villa de Madrid, Historía de su antigüedad, nobleza y grandeza.
Resulta que el año de publicación es el último año del gobierno de Felipe III y el rey quiso legitimar aún más a Madrid como capital de la nación, sobre todo después de haber contribuido a
degradando el estatus de la ciudad cuando de 1600 a 1606 trasladó brevemente la capital a Valladolid.
Además, Felipe III pudo haber querido establecer un origen preislámico y prerromano en la ciudad para competir mejor con los antiguos mitos de origen de otras capitales europeas, de los cuales, como cabeza del enorme Imperio Español, sería muy consciente.
Tal vez ya había buenas fábulas y leyendas circulando sobre Ocno Bionor.
De esto no podemos saber. Al final, Fray Jerónimo de Quintana escribió una muy buena fábula pero no una historia factual.
Aún así, dentro de ella obtenemos la verdad sobre una ciudad, un rey y un imperio a principios del siglo XVII.
Gorriones atrapados en la plaza
Por cierto, hasta que la boca fue soldada, el caballo en el que Felipe III cabalga en la Plaza Mayor solía atrapar sin querer a los gorriones que primero se sentaban en la boca y luego revoloteaban dentro del caballo.
Pero entonces no podían salir porque no había un apoyo apropiado en el interior, y la envergadura de sus alas era demasiado amplia.
Este macabro almacén para pequeños pájaros fue descubierto en 1931. Ese año, alegres antimonárquicos celebraban el establecimiento de la Segunda República de España (1931-1936), un gobierno liberal y constitucional sin rey, y un celebrante vandálico lanzó un petardo en la boca abierta del caballo de metal.
Cuando la panza se abrió, salieron volando pequeños huesos de pájaro.
Años más tarde, después de la Guerra Civil (1936-1939), el escultor Juan Cristóbal reparó la estatua y también soldó compasivamente la boca cerrada para evitar más percances con los pájaros.
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